7.12.10

"Si yo me retirara ahora, en este momento, que no creo que sea muy factible, pero supongamos que sí, me iría contento, por Fuerza natural".


Hoy, un año y medio después, todo suena distinto. Todo parece resignificarse a la luz de la oscuridad en la que respira. Después de siete meses hundido en un coma del que no despierta, en un estado incierto que está más allá de la vida y más acá de la muerte, con un pronóstico muy delicado, asistencia respiratoria y un parte médico que habla de un "extenso daño cerebral", es difícil no caer en la tentación de escuchar en las palabras de Cerati un eco de lo que vendría, una vibración premonitoria.

Al día siguiente, el 15 de mayo, antes del show en la Universidad Simón Bolívar, estuvo un rato en el hotel hablando con Andy Fogwill vía Skype, definiendo algunos detalles del clip de "Magia", el tercer corte de Fuerza natural. La idea era que los videos del disco conformaran una road-movie psicodélica. "Lo que estábamos haciendo con Gustavo antes de su acv, era Fuerza natural, la película", cuenta Andy Fogwill. Gustavo cortó la charla porque se tenía que ir a tocar. "Ahora., ¡it's show-time!", se despidió.
En la Bolívar, estuvo de muy buen humor. "El lugar donde tocamos no podía ser más lindo, era un predio en el medio de la montaña; imaginate el escenario rodeado de montañas y de una vegetación de un verde irreal", recuerda Coleman.
Cuando terminó el show, Cerati bajó al camarín que tenía para él solo y pidió que le sirvieran algo de comer. Richard Coleman entró a saludarlo y Gustavo le preguntó: "¿Dije muchas estupideces?".
"Y sí, como siempre.", le respondió Coleman. "Pero a la gente le encanta que digas estupideces."
Media hora más tarde, cuando Taverna bajó del escenario después de desarmar la consola, también pasó por el camarín para charlar sobre cómo había sonado el show. Se lo encontró comiendo un medallón de lomo y una ensalada. "Ya sé a qué viniste", le dijo Gustavo. "Ya me di cuenta que sonó bien."
Taverna lo vio demasiado apagado y le preguntó: "«¿Te pasa algo»."
"No, estoy cansado", le respondió Cerati.
"¿Querés hacer algo?"
"No, no, quiero dormir hoy."
Taverna salió del camarín un poco desconcertado por la respuesta. En toda una vida compartida en shows, Gustavo nunca se había querido ir a dormir después de tocar. Afuera se encontró con el resto de los músicos, que estaban organizando la foto que sacaban cuando terminaba el tramo de una gira. Fernando Samalea estaba acomodando la cámara en automático, subido a una banqueta. Gustavo apareció a último minuto, cuando ya estaban todos acomodados. Se había cambiado la ropa del show por un saco, una camisa y un jean. La primera foto salió sin flash, así que Samalea les pidió que se quedaran donde estaban. Taverna se dio vuelta para preguntarle cómo estaba. "Lo miré y estaba blanco, con los ojos desorbitados y la boca abierta", dice. "No me lo olvido más en mi vida."
"Te pasa algo", le preguntó.
Gustavo no pudo contestarle. Medio perdido, se fue caminando hacia su camarín, se sacó el saco, se abrió un poco la camisa y se desplomó sobre el sillón. Pensando que tenía un pico de presión o algo así, Nicolás Bernaudo, su asistente, llamó a los paramédicos para que lo atendieran. Pero eran tan jovencitos que cuando se encontraron en el camarín con Cerati que no podía hablar, no supieron qué hacer; así que Charly, su kinesiólogo, se tuvo que hacer cargo de la situación y les pidió que fueran a buscar la camilla. Gustavo todavía se podía mover por sus propios medios, pero estaba como abrumado, sin poder articular palabra. Lo cargaron en una camilla y se lo llevaran en una ambulancia hasta la clínica La Trinidad.
Cuando llegaron a la clínica no había luz, así que tuvieron que cargarlo de nuevo en la ambulancia y llevarlo hasta un centro de estudios para hacerle unos estudios. Gustavo seguía consciente: con los ojos abiertos, mirando la nada, sin poder hablar.
Después de los exámenes lo volvieron a llevar a la clínica y lo dejaron internado. Llamaron a un cardiólogo, pero les dijo que recién al día siguiente a las 10 de la mañana iba a ir al hospital. La habitación, en el tercer piso de la clínica, tenía una sala de estar en la que se acomodaron Taverna, Michell y su manager, Nando Travi. A esa altura, las enfermeras le habían dado un sedante y Cerati dormía.
Al día siguiente, también estuvo consciente, aunque seguía sin poder hablar. Acostado en la camilla, se agarraba el brazo derecho todo el tiempo, que ya no le respondía y golpeaba con la mano izquierda la baranda de la cama, nervioso, con fastidio. En un momento, se levantó para ir al baño y, como tenía varias cánulas conectadas, Taverna lo tuvo que ayudar.
"Y ahí pasó una cosa muy fuerte", cuenta su amigo. "Cuando entró en el baño se ve en el espejo, se quedó quieto y empezó a tocarse la cara. Se miraba como extrañado, se tocaba, me miraba a mí por el espejo y después se volvía a mirar, perdido. Tenía medio dormida la comisura derecha de la boca."
Un rato después llegó una enfermera con la comida. Un caldo de verduras, una ensalada y un pollo con salsa que Taverna le tuvo que cortar para que pudiera comerlo. El brazo derecho seguía inmóvil. Después de terminar de comer, se lo llevaron a hacer unos estudios y cuando volvió a la habitación, se pasó el resto de la tarde inquieto, yendo de la cama al sillón.
Después de comer una arepa de carne desmechada y media de queso, le hizo un gesto a Taverna para que prendiera la tele. Y al rato le manoteó el control remoto y empezó a pasar los canales él mismo. Después de dar tres vueltas por los doscientos ochenta canales, terminó dejando una película ya empezada. Era Dark City, un film oscuro de ciencia ficción. "Ese fue su pico máximo de expresión. Me fui re contento al hotel, pensando que al día siguiente nos íbamos a casa."
Al día siguiente, las enfermeras lo encontraron a Cerati agarrándose la cabeza con su brazo izquierdo y sacudiéndose en la cama, con los ojos apretados y un fuerte gesto de dolor. "Ahí es cuando se le produjo el acv, sin duda", dice Taverna.
Unos camilleros se lo llevaron para hacerle una tomografía y un centellograma, pero Gustavo no se dejaba de mover y agarrarse la cabeza, hasta que en un momento se quedó dormido. La camilla no pasaba por la puerta del cuarto en el que tenían que hacerle un centellograma, así que Taverna lo tuvo que cargar él mismo y acostarlo para el estudio. Cuando lo volvieron a llevar a la habitación, decidieron avisarle a la familia.
Esa misma noche, su hermana Laura viajó a Venezuela y, no bien llegó, tuvo que firmar un permiso para que operaran a Gustavo: tenían que descomprimir el cerebro. Lo que siguió fueron veinte días en el hospital, esquivando las guardias periodísticas de la puerta y pasando el tiempo en la habitación contigua a la de Gustavo, que estaba en terapia intensiva. Los médicos hablaban de las dificultades motrices y de habla que podía llegar a tener cuando despertara.
Sin embargo, después de su trasladarlo al Insituto Fleni, en Argentina, el parte médico fue mucho menos alentador. "La tomografía computada realizada a su ingreso mostró un infarto extenso en el hemisferio cerebral izquierdo y daño del tronco cerebral secundario", decía el informe.
Después de cuatro meses en una cama de FLENI, donde Gustavo pasó de terapia intensiva a un cuarto común, sin despertarse nunca, la familia decidió trasladarlo a ALCLA para que tuviera una mayor privacidad. Además, FLENI es un instituto de rehabilitación y Gustavo no está en ese proceso.
En la habitación en la que está internado, en el primer piso de la clínica, hay una imagen de la Virgen de Guadalupe velando por él. También hay una foto de Lisa y Benito, sus dos hijos. Un iPod que le cargaron con música entre su amigo y sonidista de toda la vida Adrián Taverna y su hijo Benito, que se encargó de incluir varios tracks de Michael Jackson y algunas bandas nuevas que se bajó últimamente. Y cuando todavía estaba en Fleni, también había una guitarra que le había llevado Luis Alberto Spinetta.
A su lado, su familia no pierde las esperanzas. Un amigo de Gustavo los describe como "ultra optimistas". Hay un laboratorio en el norte de Brasil donde están trabajando en la regeneración de neuronas con buenos resultados. Hay otro lugar en Asia. Por ahora, las búsquedas en internet mantienen las esperanzas, aunque la realidad de los días y los meses que se acumulan sin que Gustavo despierte por momentos es demasiado pesada.
"Saco fuerzas donde no las hay, tengo 80 años y no me queda otra", le dijo Lilian Clark, su madre, a Rolling Stone. "Gustavo es un leoncito, confío en ese león que tiene adentro: sé que va poder salir de esta situación porque siempre fue una persona muy fuerte."
En su entorno, hay una especie de acuerdo tácito de seguir refiriéndose a él en presente (a Gustavo le gusta tal cosa, Gustavo piensa tal otra), aunque ese tiempo verbal deposita en él una carga de acción que ya no tiene. Por otro lado, hablar de él en pasado, aunque sea una forma de referirse a su vida antes de perder la conciencia, para su entorno es como darlo por muerto y es un matiz demasiado fino para la gravedad de la situación.
"Lo primero que se espera es que despierte y, después, ver cómo despierta. Lo que tuvo es bien grave, porque fueron dos accidentes cerebrales: una isquemia en el show y un infarto cerebral en el hospital", dice Taverna. "Yo creo que hubo un tiempo perdido muy importante entre medio de los dos accidentes y tengo la sensación horrible de que por ahí hasta se podría haber evitado o minimizado bastante el segundo".
Y después agrega: "No hay que perder la fe, aunque a veces es muy difícil."




No hay comentarios:

Publicar un comentario